marzo 16, 2013

Neofobia y telefonía móvil

La librería en cuestión.
El otro día me enviaron un correo electrónico vagamente referido a mi Carta al defensor del lector del diario El País (cuya respuesta seguimos esperando, por cierto). No defendía lo indefendible sobre  las ondas empleadas por la telefonía móvil, el wifi y otras frecuencias electromagnéticas no ionizantes menos potentes que la luz visible (los supuestos daños que algunos negociantes afirman, sin pruebas, que causan), pero entraba en otro terreno que me parece igualmente alarmante: la neofobia.

El ser humano es un animal que provoca el cambio, un revolucionario. Citando a Jacob Bronowski (cuya monumental serie "El ascenso del hombre" fue la inspiradora de Carl Sagan para su "Cosmos"): "Todos los animales dejan rastros de lo que fueron; sólo el hombre deja rastros de lo que creó". Y lo que crea evoluciona con el tiempo, como evoluciona su conocimiento, su refinamiento artístico, su habilidad técnica, su visión del universo.

Memento vixi
(fotografía © Mauricio-José
Schwarz, del libro De tiempo y lugar)
Pero junto a ello el ser humano encierra una contradicción: es también un animal conservador, reaccionario, temeroso del cambio. Hay cosas que al cambiar desafían nuestro sentido de la seguridad.

Hoy mismo, caminando por una calle que recorro con frecuencia, descubrí que se había cerrado una librería de viejo que era una de las marcas de referencia de la ciudad. Una librería en la que, por cierto, tomé una de mis fotografías preferidas.

Es verdad que una componente importante de la inquietud que me provocó ver cerrada la librería de Tino, el del traje impecable y los anticuados bigotes alacranados, fue pensar que era una víctima más de la crisis agudizada por un gobierno sin sensibilidad humana alguna. Pero ello iba junto a la idea de que ya nunca vería sus cuidados arreglos de escaparate, sus joyas bibliográficas, que alguna compré en estos años.

Los que adoptan el cambio y los que se oponen al cambio están presentes en toda la historia humana... y si uno la analiza con cierto rigor, no hay un solo caso en el que a la larga hayan ganado los reaccionarios, que hayan detenido el cambio, la evolución, lo nuevo.

Pero en el proceso, los amargados que se oponen al cambio han generado una enorme cantidad de dolor, tristeza e injusticias. Desde la inquisición que persiguió al pensamiento diverso y original en la persona de herejes, científicos y filósofos, con profusión de libros prohibidos en el infame Index Librorum Prohibitorum hasta los amargados que se ocupan de insultar, humillar y denigrar a quienes marcan el cambio.

Están los que anunciaron que el rock era la música del diablo y la perdición de los jóvenes. Los que dijeron que el cine nos volvería imbéciles. Los que advirtieron que el tendido eléctrico en las ciudades provocaría la muerte de millones de personas de enfermedades diversas y atroces. Los que se opusieron a la hibridación de cultivos de Norman Borlaug que salvó al mundo de una hambruna. Los que dijeron que la televisión nos haría tontos y además nos manipularía tan eficazmente que en pocos años nadie se atrevería a cuestionar la autoridad (como vemos, si echamos una ojeada al descontento popular en medio mundo, no hubo tal). Los que se oponen a los transgénicos sin atender a ninguna razón ni evidencia y sin importarles cuántos mueran por no tenerlos. Los que anunciaron que los videojuegos matarían todas las neuronas de los jugadores. Los que se oponen a las vacunas. Los ecologistas luditas y anticientíficos. Los ascetas disfrazados de izquierda. Los que dicen que la tecnología nos deshumaniza (cuando en realidad nos ha ido humanizando). Los que ahora hablan como mi corresponsal.

Y no dejan de asombrarme los que usan Internet para quejarse de la tecnología, los que se benefician de todo lo que llamamos "progreso", desde comida barata hasta adminículos electrónicos, libros, reproductores MP3 y libertades formales producto de la ilustración... para negarle exactamente esos beneficios a otros seres humanos, especialmente en el tercer mundo. Son niveles de esquizofrenia que pueden ser cómicos, pero también enormemente trágicos, así lo podemos ver en el caso de terroristas neofóbicos como el Unabomber, los animalistas violentos o los promotores de la autoextinción humana.

Piénselo la próxima vez que sienta la tentación de gritar, ante algo que es diferente a aquéllo a lo que usted está acostumbrado, estupideces del tipo "En mis tiempos no pasaban estas cosas", lanzarse enfurecido contra "los jóvenes de hoy en día" o gritar: "¡Esto es el acabóse!" Recuerde la respuesta que Quino puso en boca de Mafalda "No exagere, sólo es el continuóse del empezóse de ustedes".

Éste fue el intercambio de emails:
On 3/4/13 XXXX wrote: 
(...) soy de los que dejo el móvil fuera de mi cuarto cuando me voy a dormir. ¿Qué puede tener de malo prescindir de ese aparatejo esclavizante por unas horas? Aparte del cuento de las radiaciones y los efectos sobre la salud, rollo en el que no me meto pues lo desconozco, sí es evidente que los móviles y otros artefactos similares están produciendo efectos adversos en la gente. Los muchachos casi no duermen, ocupados en el chateo, los trinos y el "me gusta esto". Se están embobando. Las personas van por la calle riendo y hablando solas desconectadas del mundo mediante unos audífonos. Otros tropiezan o se salvan por centímetros de ser arrollados por los automóviles, ocupados en el envío o lectura de mensajes igualmente tontos. Ya no se lee, ya no se mira el paisaje desde un tren o un autobus, los ojos y los dedos índice y pulgar están siempre puestos sobre el celu o la tableta. ¿Cómo evolucionarán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos? ¿Cuál será el tamaño de sus pulgares en el futuro? ¿Serán inteligentes o serán unos tarados e ignorantes, presa fácil de todos los vendedores de religiones, dioses y supercherías que siempre van a estar ahí, estafando incautos? Puede sonar exagerado pero siento que en este caso, la tecnología nos puede llevar de narices al pasado; así que apartar los móviles todo cuanto sea posible mientras descansamos es más bien un consejo
Mi respuesta:
Gracias por escribir.
Lo siento, pero no estoy de acuerdo. En nada.
Cuando la gente iba en los buses y el metro sin hablar con nadie, sin distraerse en nada, mirando por las ventanas con cara aburrida, los amargados se llenaban la boca diciendo que estaban "enajenados", la tristeza gris de la vida urbana.
Ese aparato "esclavizante" es una herramienta de libertad como pocas se han desarrollado en la historia humana. Nos permite cambiar de sitio sin temer perder la comunicación con los nuestros (antes se hablaba a un lugar, no a una persona, con el teléfono fijo). Nos permite comunicarnos con gente al otro lado del mundo; yo tengo clientes en Estados Unidos a los que les resuelvo problemas mientras tomo fotos en el estudio... sin el móvil tendría que estar en casa, a su servicio, por si sonaba el teléfono.
Quienes van con el teléfono no van "con el teléfono" por sí mismo, no. Van escuchando música, conversando con gente, haciendo vida social, interactuando a la distancia, leyendo libros (sí, yo leo libros en el iPhone cuando voy en el autobús), navegando en Internet... y ahora cambiamos y decimos que eso es malo y sería mejor estar solitarios y aislados y ver el paisaje (esa misma calle por la que todos los días pasa el mismo bus, aburridísima)... y además suponiendo lo peor cuando alguien pone los ojos en la pantalla del teléfono que es su ventana a la humanidad entera.
Pregunta: ¿si esa gente fuera con un amigo en el asiento de junto y conversaran, o si el libro fuera de papel, nos parecería más aceptable? Pues van con un amigo. Gracias al móvil. La distancia ya no es sinónimo de soledad, de aislamiento, de desprotección.
La gente no está "hablando sola", no se está relacionando con el móvil, está usando una herramienta para hablar con otras personas. Están hablando con seres humanos que significan algo en sus vidas: amigos, familiares, novios... Y... ¿los mensajes que intercambian son tontos? ¿Y quién tiene derecho a decir eso? ¿El mismo profesor amargado que hacía escarnio de los mismos mensajes cuando los mismos muchachos se los pasaban en papelitos en el salón de clases? Pues era un pesado entonces y ahora. Para cada uno de nosotros nuestros mensajes son importantes, y no tienen que serlo para el ceñofruncido de junto que nos quiere juzgar.
¿Es horrible que los dedos estén puestos sobre el celular o la tableta? ¿Acaso es más ergonómico y aceptable que estén puestos sobre un bolígrafo haciendo palotes y escribiendo cansinamente lo que el profesor repite todos los años? ¿De qué tamaño se le hicieron a usted el índice, el medio y el pulgar luego de tantos años de boli en la escuela? ¿Cómo evolucionó? ¿Se volvió un monstruo irracional y tonto? No creo.
Odiar lo nuevo sin entenderlo es un gran error. Pretender detenerlo en lugar de usarlo para bien es una irresponsabilidad y una futilidad. Usted me escribe en un ordenador, yo le contesto en otro. Si hubiera estado en un autobús o en un café, le habría respondido desde la tablet. Habríamos intercambiado opiniones y sensaciones. ¿Y a mí que me importa si un grinch en la mesa de junto crea que estoy embobándome con la tablet cuando en realidad estoy conversando con Gerardo? ¿Y si al mismo tiempo escucho música y al terminar sigo con el libro que también tengo en la tablet ahora mismo? ¿Me va a decir que no leo? ¿Que no oigo música? Me estaría pidiendo a gritos que me burlara de él.
Enseñemos a los jóvenes a aprovechar la tecnología en lugar de llevarnos las manos a la cabeza. Llenemos de contenido Internet, y promovamos la libertad. Ya se dijo que el cine, la televisión, los videojuegos y demás iban a acabar con la humanidad y crear generaciones de imbéciles. Ya falló la profecía, no la repitamos, por favor. Esto no es el acabóse.
Y si alguien quiere llamarme por una emergencia o simplemente decirme que me tiene cariño, espero tener el móvil junto cuando lo haga, porque si rechazo al medio de comunicación, estaré rechazando al que quiere comunicarse conmigo. Y eso es de tontos.
Saludos cordiales,
Mauricio