febrero 05, 2007

Jimeneciencia

El programa dominical de Íker Jiménez sigue en lo suyo, es decir, vendiendo cosas, llenándole el bolsillo a los jefes del misteriodista Jiménez y difundiendo una cantidad de mentiras tal que cada domingo en la noche da para un libro explicando todas las falsedades, engaños y cuentos que Jiménez oferta a sus víctimas.

A falta de tiempo, es oportuno anotar algunos elementos recientes especialmente virulentos de la "jimeneciencia", que es lo contrario de la ciencia.

Primero que nada, el doctor José Cabrera se ha coronado de olivo en las últimas semanas develando su faceta de científico lombrosiano. Si usted ya sospechaba que el polígrafo con el que se dan vuelo los programas de la telebasura no es tan infalible como lo anuncian los maravillosos periodistas que se ganan el pan husmeando en las cochinadas ajenas (y está en lo cierto, como puede corroborarlo aquí, aquí y aquí), ahora tenemos un método más certero, más fiable y, según el inefable Pepe Cabrera, más "científico": ¡que les vea la cara el doctor Cabrera!

En resumen, el moderno científico Cabrera cree a pie juntillas en las barbaridades que promovió hace 100 años Cesare Lombroso, indicando que la delincuencia es una característica heredada, válgame Mendel, y que los rasgos faciales bastan para saber con una certeza asombrosa si una persona es o no un delincuente y, en la versión Cabreroide, si una persona miente o no. Por ejemplo, a José Cabrera le basta ver una foto retocadísima del famoso estigmatizado "Padre Pío" para dictaminar que el ahora santo "no era ningún farsante".

Una foto.

¿Se da cuenta usted de que toda la criminología mundial podría tirarse a la basura si tal cosa fuera cierta? Ni huellas digitales, ni ADN, ni "qui prodest", ni "medio, motivo y oportunidad", ni análisis de fibras, ni chivatos... todo lo que tendría que hacer la policía es ir con José Cabrera y saber si una persona es delincuente y miente o no... ¡sin siquiera hacerle preguntas!

Aplicando la jimeneciencia, uno va con el doctor Cabrera, le muestra las fotos de diez sospechosos y le dice que los diez dicen ser inocentes. Cabrera, muy jimenecientíficamete, echa una ojeada a las diez fotos, revisa si tienen las cejas así, el caballete de la nariz asá, los labios más gorditos o menos, y dictamina con el dedo de Júpiter: "El mentiroso es éste". Nos ahorramos no sólo la investigación, sino el juicio, los errores de los jueces y los malos momentos de las víctimas: se detiene al señalado por Supercabrera, se le enchirona y a tomar un cafecito.

Ni le pregunto si usted conoce o sospecha las críticas a las barbaridades de Lombroso, tirado a la basura por la ciencia mucho antes de que lo recogiera la jimeneciencia, simplemente pregunto si cualquiera se puede creer tal trola arrogante y fumarola sin levantar una ceja, preguntarse por qué Cabrera no le está viendo la cara a la gente en investigaciones policiales y sí en la telebasura del falso misterio, y sospechar que la calidad profesional de Cabrera es, cuando menos, altamente cuestionable, tanto como la de Santiago Camacho, Guillermo León y otros distinguidos miembros de la cuadrilla jimenecientífica.

Segundo: los "laboratorios forenses" de verdad no tienen nada que ver con los de CSI, como se ha dicho insistentemente para todas las almas cándidas que se creen todo lo que sale en la tele, pero tampoco tienen nada que ver con un plató de televisión con un chaval de pelo largo, frustrado por no ser Marilyn Manson, con guantes de látex negro y aspecto de estar más en su sitio en una banda de rock pesado que haciéndose pendejo durante media hora hasta que Jiménez y Cabrera se acercan a donde siempre tiene un monigote de goma. Eso no es, por más que se lo diga Íker Jiménez, un "laboratorio forense".

Tercero: los experimentos de "doble ciego", de ésos que siempre se pide que hagan los seudoinvestigadores a sueldo de Jiménez no tienen nada que ver con las extravagantes babosadas que ha estado soltando el no menos estrafalario Santiago Vázquez sobre las "parafonías" (que es como les dicen a las "psicofonías" después de que este último término fue desprestigiado a morir por su asociación con el ínclito antropólogo y foniatra judicial Pedro Amorós). El "doble ciego" no fue desarrollado, por supuesto, por un equipo de turulatos cazafantasmas. "Doble ciego" son los experimentos que no hacen personajes como Masaru Emoto, cosa que no le preocupa para nada a los jimenecientíficos. El doble ciego es una forma de realizar un experimento de modo que el experimentador no sepa si está probando, por ejemplo, un medicamento o un placebo, de modo que sus prejuicios, intereses o predilecciones tengan menos probabilidades de influir en la confiabilidad del resultado.

Y, fuera de programa (es decir, ya no de jimeneciencia, sino de jimenética o falta de la misma, cosa que desluce mucho en un periodista, pregúntele si no a Jiménez Losantos) Íker Jiménez, el Alfredo Urdaci del misterio, abogando firmemente por la censura en Internet es una joya digna de verse. A ver si los fans, defensores, seguidores, adeptos, sustentadores, admiradores, hinchas, forofos, simpatizantes, partidarios y secuaces de Íker Jiménez se le dejan ir en defensa de la "libertad de expresión". Yo apuesto a que no. ¿Alguien quiere poner su dinero a juego contra este bloguero?