enero 22, 2007

Anthony Blake: el delgado hilo entre la ilusión y el embuste

Uno de los libros con los que
Tony Blake transita la línea
entre el show business
y la charlatanería.
El martes 2 de enero, Anthony Blake nos ofreció, con cargo a la primera de Televisión Española y, por tanto, cobrando de sus impuestos y los míos, un programita de ésos que hacen los magos periódicamente mostrando sus habilidades y tal. Nada del otro mundo, nada distinto de los shows de Copperfield, Lance Burton, mi amigo Joaquín Ayala o los Pendragon. La magia es una buena forma de entretenimiento, sin duda, y lo digo como aficionado.

Pero cuando "Anthony Blake" (José Luis González Panizo) usó un viejo truco de pizarras para traerle a una mujer un "mensaje" del "más allá" de su madre fallecida, de nombre Antonia, en lo que sin duda es jugar con los sentimientos de una persona con una notable irresponsabilidad, me dejó helado. Lo he visto en otros casos semidesenmascarando a charlatanes, pero desde que empezó a escribir libracos de "autoayuda" y a ser anfitrión obsequioso de Pedro Amorós, parece haber hallado un filón que le parece sabroso, jugoso y que le pone, sin importarle ciertas cosas esenciales. Y no me refiero solamente a los sentimientos de la mujer del público, que igual no lo era, sino una confederada, palera, cómplice o amiguita de José Luis, o a la que después el mago le explicó que todo era un truco. Lo digo por las muchas personas que, después de ver eso, quedan "adobadas" (como decían los bromistas del círculo de "Carlos Balmori") para caer en manos de todo tipo de Pacos Porras, Enriques de Vicentes y demás mercachifles del asombro y el abuso.

Entre los practicantes de la especialidad de la magia de escenario llamada "mentalismo" es frecuente, por desgracia, que deseen dejar en su público la idea de que quizá, sólo quizá allí hay algo más que ilusionismo y truco.

Hace pocos días, precisamente, me escribía un mentalista español mostrando su preocupación por esos mentalistas que se empiezan a creer su propio cuento o, cuando menos, encuentran una sensación agradable en que la gente crea que no son honrados actores interpretando el papel de magos, sino personajes con verdaderos poderes. En efecto, son lamentables.

Alguna vez, dirigiendo yo un festival de magia, un mentalista español (muy bueno) me pidió que no presentara su acto como parte de la "magia" para generar entre el público una expectación más allá de lo racional y, en sus palabras "dejarlos con la duda". Por supuesto, no le hice ningún caso y dejé clarísimo ante el público que no había duda posible, lo que iban a ver era asombrosísimo y producto de una gran habilidad y capacidad del practicante, que ejercitaba la especialidad del ilusionismo o magia de escenario llamada "mentalismo" y que hacía parecer que hay cosas sobrenaturales cuando no las hay.

Algunos mentalistas se llegan a creer el personaje: desde el vestir especialmente estrafalario hasta el comportamiento de gurú de regional preferente a veces acompañado de maquillaje y peinados medio frikis. Otros llegan al delirio brutal de afirmar que tienen genuinos poderes psíquicos (como el prestidigitador Uri Geller, que mucho sabe de mentalismo) y otros pretenden vivir como el mero, a medias aguas, haciéndose tontos. Otros, como Kreskin (George Joseph Kresge, Jr.) admiten que no tienen poder alguno (cosa que no asombrará absolutamente a nadie).

Un caso famoso es el de Steven Shaw, que actúa con el nombre de "Banachek", quien a los 18 años fue parte del "Proyecto Alfa" de James Randi, que demostró que los científicos sin asesoría caen fácilmente en los trucos de los magos (como Russell Targ y Harold Puthoff se creyeron como bobos los trucos de Geller). En resumen, en la estela de Uri Geller, Steven y otro chaval se presentaron como "personas con poderes" (o "sensitivas", que es la palabra de moda en el mundo que cobra en los alrededores de Íker Jiménez) y le estuvieron viendo la cara de bobos a unos científicos muy crédulos y muy ingenuos, tanto que nunca se les ocurrió preguntarle a los jovencitos si hacían trucos (el trato con Randi era que si les preguntaban, debían confesar de inmediato). Banachek, como mago, sigue luchando contra los fraudes paranormales, por cierto.

La especialidad de Anthony Blake es, precisamente, el mentalismo, aunque también hace algo de prestidigitación (cosa que no gusta a un grupo de mentalistas más bien puristas). De hecho, me tocó ver una variante de uno de los trucos que hizo realizada por James Randi ante el periodista mexicano Ricardo Rocha, que fue mi jefe en un par de ocasiones, primero cuando asesoré uno de sus programas, sobre divulgación científica, y luego cuando era presidente de Televisa Radio y nos invitó a hacer el programa Muy interesante, de grata memoria. (Como nota al margen, mucho me hubiera gustado seguir al alcance de Ricardo Rocha en estos meses, quizá le hubiera ayudado a evitar el ridículo que hizo con los "escépticos del SIDA" a los que les dio espacio y credibilidad sin que ninguno de sus asesores hiciera sonar la sirena de alarma.)

Hay que aclarar que la comunidad de los magos es muy peculiar. Tienen un interés enorme por conservar los secretos de la profesión, porque su oficio es precisamente la ilusión, y la divulgación de los secretos de la magia destruye la ilusión. Alguna vez, no sé si ya lo conté, le pregunté a Randi por cierto truco, y él me preguntó si sólo me interesaba por curiosidad o si tenía yo planes de hacerlo. Le dije que lo mío era curiosidad y se negó a revelar el truco. Un par de años después, me dejó helado viendo cómo una púa de un tenedor se doblaba ante mis propios ojos y le dije que yo quería hacer eso, con lo cual me reveló el truco.

La verdad es la siguiente: los trucos de ilusionismo son bastante elementales, en general. Para el pùblico, saber el truco es una decepción absoluta en la enorme mayoría de los casos, así que los magos guardan celosamente sus secretos de la vista del público, pero al mismo tiempo están perfectamente abiertos a compartirlos con cualquiera que quiera ser mago, así sea aficionado. Los clubes de magos aficionados son algo común en todo el mundo, y el ilusionismo es una diversión maravillosa que, además, nos enseña a desconfiar de lo que vemos. (Por ejemplo, cuando uno de los sujetos de los trucos de Blake/González dijo que "no había trampa", lo dijo tan convencido como otros dicen que oyeron un grito o vieron un fantasma o un ovni con las intermitentes puestas, sabemos que sí hay truco, pero como el mago es bueno, no lo vio. Esta posibilidad de que los sentidos se equivoquen no llegan a planteársela nunca los "himbestigadores" del misterio ni los paraiosdistas -parásitos periodistas- que viven de ellos.)

Pero, por lo mismo, los magos profesionales no ven con buenos ojos a sus colegas que de pronto se lanzan por el mundo diciendo que tienen "poderes", porque los magos saben perfectamente que eso es mentira, pero al mismo tiempo no pueden revelar los trucos por su ética profesional. Lo más que pueden hacer, como James Randi (y ahora en España Juan Soler) es demostrar que ellos hacen lo mismo sin tener "contacto telepático con los extraterrestres" ni demás majaderías propias de Geller y otros desahogados. Han pasado años para que aparezcan vídeos en los que claramente se ve al desvergonzado millonario israelí doblando las cucharas como todo mundo: a mano, pero a escondidas del público al que embaucaba.

(Por cierto, Enrique de Vicente, ¿qué pasó con la documentación que decías que tenías sobre los hallazgos petroleros de Geller para la "empresa petrolera" que alucinas que "dirigía" José López Portillo? ¿Te los robaron los "hombres de negro" o eran otra de las habituales mentiras, trolas, cuentos, falsedades y engañifas que te ponen en la mesa una comida que te debía dar vergüenza tragarte?)

Bueno, el caso es que por momentos Blake paseó por lugares más propios de la charlatanería que del show business, lo cual no deja de ser triste. Sus sonoros rebuznos sobre "energías", el uso de un péndulo al estilo del más basto zahorismo y otros rollos no pasarían de espectáculo a no ser porque, en su esfuerzo por ser creíble, resulta seguramente convincente a ojos de algunas personas poco avisadas. Un seguimiento triste, pues, de su horrendo programa de orateces dominicales, cancelado por algún ataque de cordura en la televisión andaluza.

Mira, Tony, si me permites que te tutee, las consecuencias de tus presentaciones, de tu mise en scène van mucho más allá del momento en que declaras que "todo fue producto de su imaginación". Tú te vas a cenar muy contento, pero detrás quedan personas que, sin una mayor claridad de tu parte, quedan listas para ser víctimas de tipos de la más baja estofa. ¿Qué tan baja estofa? Bueno, ya te lo imaginarás si calculas que uno de los más destacados miembros de esa manada es Pedro Amorós, al que tú le diste igualmente cancha en tu fracasado programa de paranormalería en la televisión andaluza (y que ahora tiene de clientes a los de El Buscador, empeñados en ser más amarillistas, bastos y falsarios que Íker Jiménez, que es cosa de maravillarse). Lo que para ti, mago, ilusionista, es evidente, para muchas otras personas no lo es, y acaban comprando estupideces, dejando de ir al médico y entregados a delirios de personajes que, para remate, saben perfectamente -como tú- que hacen trucos y falsedades para darse cera.

Un poco más de responsabilidad no te vendría mal, pues, Tony, José Luis, porque de verdad es penoso ver a un profesional del escenario como tú convertido en comparsa del ocultismo, en escudero de embusteros de altos vuelos y en proxeneta de la imbecilidad organizada.