febrero 12, 2004

Todo lo que usted quería saber sobre la teta de Janet Jackson

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Uno de los mejores cortos de los que componen la película "Todo lo que usted quería saber sobre el sexo", de Woody Allen (que en general me cae tan simpático como un gancho al hígado) era aquél en el que una teta, seno, pecho, chichi o mama perseguía a Woody Allen a campo traviesa.

En lugar de aquel blanco pecho que disparaba leche pongamos a un pecho moreno y en lugar de Woody Allen a los fundamentalistas religiosos que tienen el poder en los Estados Unidos para darnos una idea del monumental escándalo que ha provocado una desnudez fugaz y ni siquiera total entre los puritanos de ese país.

El escándalo es desproporcionado por todo concepto. Un truco de mercadotecnia más bien elemental ha puesto de cabeza al gobierno del país más poderoso del mundo y, de pasada, ha revelado nuevamente que los habitantes de ese país siguen manteniendo una tendencia primitiva y mojigata lista a estallar en todo momento.

No hablamos, ojo, de un país en el que las mujeres estén bajo el control de ayatolas obtusos, ni de una nación primitiva y medieval, sino del país de Playboy y de más premios Nobel de ciencia que ninguno, del país de las libertades civiles (cada vez menos) y de la pornografía más mala y más abundante del mundo.

Detrás de la máscara del progreso, la libre expresión, los derechos civiles y demás avances estadounidenses que causan la admiración de amigos y enemigos, está latente la horca de Cotton Mather contra las supuestas brujas, el puritanismo salvaje sin control alguno por parte de las autoridades civiles, precisamente porque tales autoridades civiles son integristas religiosos.

El encargado de la comisión federal de comunicaciones en el país que más armas de destrucción masiva tiene es, cosa que muchos ignoran, hijo de Colin Powell, el secretario de estado qus sin asomo alguno de pundonor o vergüenza se ocupaba a principios de 2003 de intentar hacerle tragar al Consejo de Seguridad de la ONU una serie de mentiras mondas y lirondas sobre el peligro que representaba Saddam Hussein para Inglaterra, los Estados Unidos, el mundo libre e, incluso, asómbrese e indígnese usted, Acapulco mismo.

Pues el tal encargado de las comunicaciones, es decir, de la sangre misma del siglo XXI, expresó su indignación ante el pecho parcial de Janet Jackson (porque el tema central de la teta, que es el pezón, permaneció siempre oculto por una estrella plateada) con tal energía y arrancándose tan grandilocuentemente las vestiduras que uno no podía sino pensar que de haber tenido a mano a la cantante la habría quemado por bruja.

El mismo Powell no considera obsceno ni indecente que se asesine a multitud de afganos para imponerles otro régimen tan integrista como el Talibán ni que se mantenga ocupado Iraq. No le parece que sea tema de su comisión la violencia repetida en los medios de comunicación que, si es verdad el análisis de Michael Moore en Bowling for Columbine mucho tiene que ver para que los Estados Unidos sean el país más violento del mundo y aquél en el que más probable es que un ciudadano muera por disparo de arma de fuego sin que medie una guerra.

Los funcionarios de los Estados Unidos se han abalanzado sobre las cámaras y micrófonos en una penosa competencia por ver cuál de ellos se puede mostrar más indignado. Se dispara una investigación oficial como no se ha hecho, digamos, en Guantanamo. Se avisa que se diferirán los Grammys y los Oscares para que ninguna teta pueda nuevamente herir la sensible alma estadounidense, que aguanta cualquier cantidad de muertos y de masacres cometidas en la pantalla por el gobernador de California, pero muy poca teta.

Un pueblo que rinde pleitesía a la violencia y se horroriza de todo lo que suene a sexo es, evidentemente, un pueblo atrasado y, sin duda, peligroso tanto para sus ciudadanos como para el resto del mundo.

Casi a diario, en los Estados Unidos muere alguien, generalmente mexicano y cada vez con más frecuencia de algún país centroamericano, tratando de hacerse de una parte de la tierra de oportunidades que, dicen los gobernantes latinoamericanos, siempre tan serviciales, debe ser el modelo sobre el cual sus países normen su proyecto de futuro.

Para eso, por supuesto, no hay investigaciones.

Y no crea usted que ello se debe a que la religión que se practica en los Estados Unidos acepte el asesinato. Sus biblias, como las de todo el mundo judeocristiano, ordenan "no matarás". Pero ese mandamiento es visto más como una amable recomendación en plan de "si te fuera posible y tienes un tiempito libre, trata de no matar demasiadas personas, ¿te parece?", mientras que la lectura del mandamiento "no fornicarás" se entiende como "todo el sexo es malo, sin excepción, si disfrutas, acabarás en el infierno".

O sea, no se necesita ser doctor en física nuclear para darse cuenta de que lo que está ante nuestros ojos es, llanamente, otra expresión de la hipocresía, tan común en los humanos, tan exagerada en el país imperial.

No es posible, para muchas personas, tomarse en serio el escándalo gigantesco creado por el más bien pequeño pecho de la menor de los hermanos Jackson. Pero dicho escándalo es una revelación del alma estadounidense que mal haremos en ignorar. El número de quejas recibidas por la comisión de Powell el pequeño es de más de 200,000, todas hablando de ese segundo de teta al aire.

Si en vez de enseñar la teta, Janet Jackson sólo hubiera sido alcohólica y drogadicta, si hubiera tenido la obligación de ir a la guerra y no hubiera ido gracias a las influencias de papá, si hubiera quebrado cuatro empresas y atacado a dos países matando a gran cantidad de ciudadanos de esos países y del propio, sería, claro, una estadounidense ejemplar digna de ser presidenta.

Pero si canta y enseña una teta, entonces es el peor ejemplo para la niñez estadounidense.

El fundamentalismo está más cerca de lo que usted cree.